Conducir bajo los efectos del alcohol no sólo eleva la probabilidad de protagonizar un siniestro vial, sino hace que, en automático, dicho percance deje de ser un accidente para convertirse en un delito punible por la ley Los siniestros viales provocados por la ingesta de alcohol provocan 1.3 millones de muertes en el planeta y 50 millones de personas de todos los países son heridas de gravedad, según la ONU.

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, el consumo de estas bebidas, incluso en cantidades pequeñas, aumenta el riesgo de protagonizar incidentes viales. Y es que beber disminuye las capacidades básicas para conducir de forma segura (como la visión, reflejos y discernimiento) y nos hace proclives a adoptar conductas de riesgo (como ir a exceso de velocidad o no usar cinturón de seguridad o casco). Manejar alcoholizado puede ser fatal para cualquiera, pues las víctimas no sólo son los conductores ebrios, sino sus acompañantes, los pasajeros de otros automotores, peatones, ciclistas o motociclistas. “Si una persona se ve involucrada en un siniestro de tránsito vehicular y está bajo el influjo de alguna sustancia (alcohol o drogas) el incidente ya no se considera accidente o infracción, se convierte en delito”, explicó Gerardo Moisés Loyo Martínez, titular de la Dirección General de Análisis, Protección y Seguridad Universitaria (DGAPSU) de la UNAM. A decir del maestro en Derecho, un percance de este tipo desata un entramado penal que comprende un catálogo de delitos que van desde lesiones hasta homicidio. Según el Informe sobre la Situación de la Seguridad Vial en México 2021 (del Secretariado Técnico del Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes de la Secretaría de Salud), en 2020 fallecieron 13 mil 630 mexicanos por lesiones de siniestros viales, lo que da un promedio de 11 muertes por cada 100 mil habitantes. Con el propósito de prevenir o inhibir percances en automotores que atenten contra la integridad física o patrimonial de conductores embriagados o de terceros, desde el 19 de septiembre de 2003 el Gobierno de la CDMX instrumentó el Programa Conduce sin Alcohol, a través del cual se instalan estaciones, en puntos aleatorios de las 16 delegaciones de la capital, donde autoridades de tránsito entrevistan a conductores de vehículos a fin de detectar si han bebido. También hay mitos sobre qué hacer para pasar esta revisión. “Por más que alguien se haya echado unos tacos de pastor bien cargados de cebolla y traiga un aliento oloroso que cubra el del alcohol, el alcoholímetro detecta el aire expirado desde el alveolo pulmonar y ése no se puede alterar ni disfrazar mascando chicle o servilletas, ni comiendo cacahuetes o mazapán”, detalló Gerardo Loyo.

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